Monday, December 25, 2006

Bueno pa los despistados como yo, les recuerdo que ya llego la Navidat! Así que félices pascuas y no olviden buscar sus huevos (de chocolate).


Soy un duende!

Sunday, December 10, 2006

María
Diciembre, 2006

Esto no es…

“Esto no es una historia de miedo”, así debe de comenzar toda buena historia cuyo fin sea ponerte los pelos de punta. Bueno, al menos eso era lo que pensaba Gregoria.
- Si avisas que es una historia de terror, la gente ya no se asusta igual. Cambian de posición y se preparan para captar cualquier incongruencia como que los monstruos no caben debajo de la cama porque son muy grandes, o la tonta idea de que los fantasmas no te pueden hacer nada porque ya están muertos., Y ps obviamente la historia ya no queda bien.

Este tipo de cometarios de la niña de 7 años no llamaban la atención de su padre.
Emilio, hombre serio y fuerte en carácter, de aproximadamente 2 metros de altura, exitoso en los negocios pero nunca con su familia, tenía un secreto; pero como la autora de estas palabras no gusta muchos de estos, será revelado: le gustaban las historias de amor. ¡Ahhhh!, pero tú, amable lector, te preguntarás qué tiene de malo eso, y es que a todos nos gustó Romeo y Julieta. ¡No! ¡no!, él gustaba de historias cursis, libros de portadas rosas y de peluchito, libros que de sólo verlos, puedes imaginar los corazones rosas salir de ellos y un cupido disparando flechas, una mujer llorando por un hombre guapo y fuerte, y obviamente con un final feliz.

Gregoria ya tenía el principio de su escalofriante relato y sólo necesitaba el temeroso y espeluznante personaje obligado de todas los cuentos de terror, que al mismo tiempo, tenía que pasar desapercibido ya que “esto no es una historia de terror”. Y quién mejor que un hombre rudo y fuerte; pero cursi y meloso en sus lecturas. Nadie le teme realmente a un hombre que lee “A los corazones rotos hay que curarlos con amor” de Jocelyn Heart.
Ahora sólo necesitaba una trama. Decidió seguir a su padre todo un día en busca de ideas.
A las 6:30 am Emilio se levantó, desayunó dos huevos estrellados con mucha sal y un café; manejó treinta y tres minutos para llegar a su trabajo, y trabajó. A las 11:00 am Gregoria se despertó; había soñado con pingüinos nadando con salmones en un mar de chocolate. – ¡Chin! Mi papá ya se fue, todo es culpa de los pescados. Fue aquí donde se desataría un terrible odio que desembocaría en el asesinato de tres atunes, años después; pero no juzguemos a Gregoria por crímenes que ocurrirán en el futuro…
Para sentirse mejor, la futura niña asesina de peces, decidió deleitarse con un pastel de chocolate que su madre había dejado en la mesa. Fue ahí donde descubrió “Flaquita quiere a su gordito” el nuevo material de lectura de su padre. En un afán de entender al personaje de su cuento, leyó el libro. Horas después perdió un poquito del respeto que le tenía.
Dieron las cuatro de la tarde y Gregoria continuaba sin historia, pero tanto pensar le había dado sed, tomó jugo de naranja y fue ahí cuando le llegó la maravillosa idea, que seguramente desencadenaría la mejor historia de terror de todo el mundo. El colosal monstruo, exprimiría a sus victimas convirtiéndolas en una clase de jugo de naranja y se las bebería; y es así como nunca sería descubierto ¡no quedaba nada de evidencia!

Este tipo de comentarios sí llamó la atención de su madre, que por extrañas razones no le parecía normal que una niña de 7 años imaginará a su padre exprimiendo gente. Pero gracias a su reunión semanal: “círculos de Marx”, dejo a la niña en casa de la vecina y la historia de Gregoria pudo continuar sin represiones. Maggie, o al menos así le decían, no era una mujer reconocida por sus dotes de simpatía; especialmente hacía niñas de siete años de nombre Gregoria, así que llenó a la niña de lápices y hojas y la encerró en un cuarto, mientras veía cómo Conchita le rompía el corazón a José Antonio una vez más, en la telenovela de las ocho. Gregoria, nada tonta, empezó a entre escribir y a dibujar lo que en sus palabras sería “la mejor historia de terror del mundo” aunque de eso los lectores se enterarían hasta el final. Era un plan perfecto.

“Esto no es una historia de terror, es de amor; como a las que mi papá les gusta leer. Él es un hombre muy malo, me grita y me castiga sin razón y todas las mañanas se va a un trabajo secreto del que nadie sabe nada. Mi mamá descubrió su secreto de exprimidor de personas y fue convertida en jugo de naranja; la extraño”

-¡No!, pensó. Ya se reveló el gran secreto, y esta vez fue la primera vez que Gregoria tuvo un bloqueo de inspiración; de esos que a veces les dan a los escritores en las películas. Triste y contenta al mismo tiempo por sentirse realmente como una escritora; aunque otra vez sin saber cómo poner en palabras la gran historia que tenía en su cabeza.
-¿Cómo se sacan las ideas de la cabeza? Para poder asustar al mundo con su historia, Gregoria tenía que descifrar primero este gran enigma. Se sacudió la cabeza, se paró de manos y finalmente decidió enfrentar a la antipática de Maggie, quien por cierto escribía para una revista. Lo único que logró extirpar de esta mujer fue un “pssssss no se, de repente salen”. Obviamente Gregoria no quedó convencida con la respuesta.
Se sentó y trató de conservar la calma, respiró y contó hasta diez. -Uno, dos, tres, cuatro… es obvio que los adultos no tienen la respuesta, si la tuvieran el mundo estaría lleno de historias que verdaderamente dieran miedo, este era el momento de innovar; de ser original.

Al día siguiente cuando despertó, se encontró a sí misma en un mundo distinto al que dejó la noche anterior: una pluma, una hoja y una ortografía mediocre eran sus herramientas. Caminó decidida y casi casi se podía escuchar de fondo la música de “Rocky III”. Tomó la pluma y escribió:

“Mi padre es un exprimidor de personas ¿me creen? Yo sé que no. Pero es a la única conclusión que he llegado después de que cada mañana me levanto de mi cama y hay un vaso de jugo de naranja vació y en el periódico una persona desaparecida”

-Era perfecto, nadie lo iba a tomar literalmente. A las personas les gusta sentirse inteligentes y siempre estar buscando metáforas y otros significados, como si “exprimidor” se refiriese realmente a robar las ideas de otras personas y que “naranja” sea realmente una metáfora del mundo en el que vivimos actualmente, llenos de gajos, de divisiones.
Ahora Gregoria tenía el primer párrafo de su sueño en papel, pero… rosita y con gatitos difuminados de fondo – ¡la gente no me va a tomar en serio!, bueno…posiblemente mi papá pero como obviamente no a va a ver ningún personaje apodado “puchungito” quedaría altamente desilusionado…
La meta ahora es encontrar el papel adecuado. Diez minutos después de mandar a su mamá a la papelería, Gregoria poseía un cuaderno de niña grande.
Ahora el mundo estaba indefenso (tun tun tun).

Emilio regresó a su casa, como todos los días, a las 8:03 pm, prendió la tele y vió las noticias. Gregoria lo observaba. Fue a la cocina, le dio un beso a su esposa y se subió al cuarto. Gregoria estaba bajo la cama. Entró al baño y se bañó. Gregoria seguía bajo la cama. Se puso la pijama y se acostó. Gregoria salió de la cama y le rogó que vieran las caricaturas juntos. Emilio se negó y la corrió del cuarto. Enojada Gregoria se durmió, no sin antes llorar con Boo Boo, su amigo oso.

“Leí el periódico esta mañana: ¡dos personas desaparecidas! ¡Dos vasos de jugo de naranja vacíos!, no cabía duda alguna, no lavaron los platos ayer y la ciudad se volvía más insegura cada día.”

Engaño, confusión; era lo que Gregoria quería provocar en sus lectores. Ese día su amiga Diana llegó a visitarla, después de escuchar a Gregoria, le mencionó sutilmente que a lo mejor lo suyo no era escribir, sino ser detective; eso deja mas dinero y es igual de entretenido. Gregoria no estaba segura, después de todo ser detective significaba apegarse a lo que realmente ocurre y hay días en los que nada pasa.
Diana se fue. Gregoria se sintió confundida en términos de orientación vocacional. Al fin y al cabo, después de siete años, no lograba acabar su historia…
Lloró un poco y su mamá le compró un helado, dejó de llorar y regresó a su cuarto para confrontarse nuevamente con esa hoja de papel.
Nada surgió…

Gregoria se sentía frustrada, no sabía a quién acudir por ayuda y al parecer su mente se negaba a conversar con ella. Durmió, -mañana será otro día.

Pasaron once años, Gregoria había olvidado su interés por las historias de terror y se preparaba para estudiar medicina. Leyó en el periódico una nota que decía “El mundo se asusta, presentación del libro “Naranjas” de Diana Suárez”. Al fin y al cabo Diana resulto ser la escritora. - ¡Maldita!, se robó mi idea.

Gregoria se sintió triste, confundida, engañada y eso la asustó. Al fin y al cabo la vida real da miedo, por eso no hay buenos cuentos de terror, no se necesita más del que ya existe.
Gregoria no quedó convencida, agarró unas tijeras y fue a visitar a Diana…